Nunca tan cerca...nunca tan lejos
Si entraba el tiro de Valdivia en Barranquilla. Si Navia agarraba de lleno esa volea contra Ecuador en


Juan Pedro Fasola.
Blog creado con la finalidad de aparecer en la revista TIMES y sus famosos rankigs
Si entraba el tiro de Valdivia en Barranquilla. Si Navia agarraba de lleno esa volea contra Ecuador en
Le pregunté a mi viejo, que ya supera la barrera de los 50, sobre qué punteros izquierdos de décadas pasadas recordaba. Se fue lejos en el tiempo y rememoró a Bernardo Bello, Leonardo Veliz y Leonel Sánchez. “Centro de Sánchez, gol de Campos” me dijo. Yo los ubicaba a todos pero no los había visto jugar. Así que volví a leer Puntero Izquierdo de Mario Benedetti e hice memoria de las alas siniestras que yo recordaba. Vale recalcar que mi memoria futbolera está estrechamente ligada al Mundial de 1990. De ahí en adelante. Crecí leyendo Minuto 90, la revista grande del fútbol y hasta hoy guardo como un tesoro la colección completa de Don Balón. Costó encontrar punteros izquierdos de los 90 en adelante. El primero que se venía a mi memoria era Jaime González, el corto le llamaban en Calama por su escaso porte. “Centro de González, gol de Mario “Osito” Núñez” dirían los más contemporáneos. Fueron dupla en Ohiggins y Católica, dejando los mejores recuerdos en el equipo de la sexta región. Anduvo por Colo Colo, Bari de Italia, tuvo dos pasos por Católica y Cobreloa antes que Audax Italiano comprara su pase en una cifra que se acercaba al millón de dolares. El típico puntero que se desvive por sacar goleador a su compañero de ataque pero que cuando enfrenta solo al portero piensa más de lo normal. El karma del puntero. Claudio Núñez, Rodolfo Moya, Marcelo “Papelucho” Alvarez y el mismísimo Patricio Yañez sufrieron de ese mal. Dicen que este último tampoco sabía dominar. Si la cuota de gol por año hubiera sido más holgada, vaya que la trascendencia también lo hubiera sido. Goles y trasecendecia, una fórmula totalmente proporcional.
¿Soriano estará hablando del fútbol chileno? Aquel fútbol en donde arqueros prácticamente desconocidos por el medio, como Cristián Trejos, Alberto Erlich, Jhonny Pérez o Eduardo Azargado buscan su minuto de gloria, pero sólo logran eso que buscan: un minuto. Por ejemplo, Carmelo Vega, esbelto arquero, promesa del fútbol chileno que aparece en 1998 junto con Rodrigo Pinto y Carlos Ortega y que es llamado a la selección por el calvo Nelson Acosta. Luego de perderse dentro del mapa futbolero vuelve en éste 2005 al primer plano, siendo el reemplazante del suspendido Nicolás Peric y logrando tapar 5 penales en forma consecutiva. Ya con más kilos que en 1998 aparece nuevamente en los diarios, revistas e incluso notas televisivas adelantando el despegue definitivo de una de las grandes promesas del arco chileno en el siglo 21. Sin embargo, luego de no poder tapar su sexto penal seguido y una serie de desafortunados errores pierde el puesto con Marcelo Jelvez, un desconocido golero chileno que cuenta en su currículo la titularidad del Mundial Sub 17 de Egipto 97. Hace muy poco es informado por la dirigencia de la Universidad de Concepción que debe buscarse un nuevo club, ya que no es tenido en cuenta por el nuevo técnico y que será postergado a ser el tercer arquero del equipo del Campanil luego del arribo del mundialista uruguayo, Federico Elduayen.También está el caso de Eduardo Azargado, un nortino, por años resagado a la suplencia de Ronald Yavar, Carlos Prono y hasta del mismo Jhonny Perez, que logra el paso a la Libertadores 1994 con Unión Española. La vida parece sonreírle. Es el titular de la campaña 1993 y suena como posible refuerzo de esa “U” de Aredes, Delgado y Salas para ser el suplente de Sergio Vargas, el mejor arquero de ese año. Finalmente al equipo azul llega Nelson Cossio y Azargado se concentra por completo en su titularidad para el gran desafío que se le presentaba al equipo hispano. Pero de un día para otro pasó a ser el posible suplente de un arquero que haría historia en nuestro fútbol, Sergio Vargas, a ser el reserva del recién llegado Gerardo Rabajada, un uruguayo, clon de He Man, y que debió tener un gran representante para llegar al Sevilla, un equipo con tradición en la Liga española.Pero aljemonos un poco del tema de arqueros. Historia en donde los porteros tienen su minuto de fama hay muchas, pero canchas tan malas como la de Estrella Polar hay sólo una en nuestro fútbol de Primera División: San Felipe. Y no sólo eso coincide con el equipo del pintoresco Clavito Godoy. Osvaldo Soriano, en su cuento El penal más largo del mundo, cuento que llegó a ser repartido en todos los estadios del fútbol argentino hace pocos años, dice que los defensas de Estrella Polar “eran lentos como burros y pesados como roperos y que gritaban como marranos cuando no tenían la pelota”. ¿Estará hablando de Richard “Manteca” González (a punto de cumplir 40 años), Juan Robledo y Jhon Ahumada?, el trío de centrales del club del Aconcagua. Soriano dice que daban y recibían golpes con tanta lealtad y entusiasmo que es imposible no asociarlos con el “temido” mediocampo sanfelipeño de Huaiquipán, Celedón, Cataldo y Luis Nuñez, que reciben muchas patadas durante los partidos, pero que cuando hay que dar, como dan…“Por las noches celebraban en el prostíbulo de Santa Ana y la gorda Leticia se quejaba de que se comieran los restos de pollo que ella guardaba en la heladera”, dice el viejo Osvaldo. Similar a lo que sucedía en 1996, cuando la bandita liderada por Juan Carreño, Dionny Guerra y el hondureño Wilmer Velásquez (meto las manos al fuego por el gran Coke Contreras), celebraban cada triunfo y pasaban las penas de cada derrota donde la archi conocida Tía Olga en Concepción. Soriano cuenta. “Nosotros, que por ser menores jugábamos los sábados, no nos explicabamos como ganaban si eran tan malos”. Lo mismo sigo pensando en cuanto a la digna participación que tuvo Chile en la Copa América de 2001, en Colombia, con la selección que tenía jugadores más desconocidos de los últimos tiempos. Hablar del árbitro es un tema peligroso. Debe haber tenido procedencia uruguaya el referí Herminio Silva, para andar con la “maldad” durante todo el encuentro, pendiente de cobrar una pena máxima. Pero no, en nuestro país también sucede. Universidad de Chile de 1994 y 1995, si bien contaba con grandes jugadores, será difícil que se saque ese peso de los penales inexistentes. Dejando de lado el gol fuera de juego de Marcelo Salas frente a la UC en 1994 que prácticamente definió el campeonato, es imposible olvidar ese penal sancionado en la altura de El Salvador, que finalmente le daría el título al equipo del Lulo Socías. Adolfo “Fito” Ovalle, un cruzado de corazón, abría el marcador para el equipo nortino, lo que llevaba a una definición en un partido único entre ambas universidades. Cobresal dominaba y el equipo azul no tenía por donde. Ahí Imperatore Marcone, sacó el Herminio Silva que llevaba adentro y cobró la pena máxima en un mínimo desplazamiento de Juan Rivera al nóbel Marcelo Salas. Luego Mardones daría el empate definitivo.El año 1995 siguió llamando a la duda. Universidad de Chile se vio favorecida con una cantidad “sospechosa” de penales siendo dos, en las últimas fechas, los que siguen llamando poderosamente la atención. El partido entre la U y Palestino era el gran duelo de la fecha. La polémica ya estaba dada. Aníbal Pinto, arquero del equipo árabe, pertenecía a los registros de Universidad de Chile, por lo que la dirigencia azul no lo dejó actuar y le restó una de sus figuras al equipo tetracolor. Arturo Palma, otro arquero de muchas temporadas en el fútbol profesional, pero con muy pocos partidos como titular tomaba la posta. Era la figura del partido. El partido estaba empatado en un gol, pero Palma contenía una y otra vez los embates del equipo azul, que a esa altura jugaba con muchos hombres en ofensiva, ya que el empate los dejaba igualados en puntaje con la UC. Faltaban sólo cinco minutos y un pelotazo largo, que había dejado en mitad de la cancha al rechoncho arbitro Rafael Hormazábal (nada contra los rechonchos, aguante Paulo Pérez de Wanderers), llegaba al área de Palestino, lugar en donde caería nuevamente Marcelo Salas, sin haber contacto alguno. A esta altura el guatón tal por cual (acá me salió el hincha de la UC) de Hormazábal, cobraba un nuevo penal para la U, a muchos metros de la jugada y además tapado por varios jugadores. Otra vez la señora ANFP, muy amiga del señor Darío Calderón hacía de las suyas. Aunque quiero creer que fue sólo el espíritu de Herminio Silva.De más está decir que Universidad de Chile se tituló campeón en un partido ganado a Deportes Temuco por dos penales a cero.Con esos árbitros, dan ganas de ahorcarlos, parecido a lo que sucede en el cuento, como lo hizo Miguel Angel Gamboa y Sergio “Charly” Vásquez o el lotino Héctor Toledo e Ignacio González en épocas más actuales. No, perdón, la violencia no conduce a nada.Grande Soriano, y después dicen que no aparecemos ni en las cómicas…
¿Para qué perder el tiempo con tres primarias? Que Piñera con Lavín, la Sole con Bachelet y por otro lado los Tomás, Hirsch y Moulián. ¿No será mucho? Con el sólo hecho de pensar cuanto papel se va a desperdiciar con tanta votación me dan ganas de dejar mis estudios de periodismo y dedicarme a cartonero. Afiches, folletos y votos por partida doble. Creo que los pagan por kilo. Al menos por este año ganaría una buena plata ya que en todos se incluye la “cara de palo” de los candidatos lo que aumentaría considerablemente el peso. Claro que sólo la de los candidatos de la Alianza y la Concertación. Los afiches de Juntos Podemos no creo que los paguen muy bien ya que, como dicen por ahí, pesan menos que un paquete de cabritas, o de Pop Corn, por si usted es partidario de Lavín o Piñera. Entonces, y a raíz del boom del reality La Granja, ¿no bastará con hacer una Primaria VIP y asunto terminado?… ¿Cómo elegiríamos los candidatos? Con el tradicional duelo, por supuesto. Seguramente Bachelet elegiría fuerza ya que cuenta con todo el apoyo del más fuerte: Ricardo Lagos, el mejor de los últimos cuatro capataz, una especie de Gonzalo Egas de la política. La Alvear probablemente tomaría la prueba de equilibrio, en la que se ha perfeccionado últimamente para sostenerse en pie ante Michelle. Piñera, un novato en lo que a pruebas se refiere, ya que ingresó recientemente al show, tomaría la prueba de habilidad, sus empresas lo justifican. De que el hombre es hábil para los negocios, lo es. ¿Y Lavín? Lavín podría dedicarse a animar La Granja en Bruto, caería parado.
Típíco. Afuera llueve, el lunes prueba, en el PC un ensayo a medio a terminar, en la radio un CD de Calamaro, en el piso unos libros, en el escritorio un tazón con café, en la lámpara una polilla, en el celular una llamada perdida, en el DVD una película afuera, en el cuaderno abierto una mancha de manjar, en la impresora una luz que parpadea, el video con la hora atrasada, la web cam mirándome, el segundero del reloj que suena más fuerte que nunca, el decodificador del cable con la hora exacta que me apremia, el control remoto metido entre las sábanas, la televisión apagada, el teléfono que es imposible que suene a esta hora, el cenicero limpio, una conversación de messenger que parpadea, un mensaje de texto que me asusta, una ventisca que me congela, una palabra que me subraya el word, una tripa que suena, un estornudo que me hace temblar, un pelo que me molesta en el ojo, un sonido que me retimba en el oído, el aire frío que se mete por mi cuello y el sueño que me vence. No importa, ahora soñaré con su perfección.
Si Tom Cruise no se hubiera subido al auto de Cameroon Díaz nada de eso hubiera pasado.Tan bien que iba lo de Penelope Cruz. Es que cuando uno anda en otra no le importa nada, incluso darle una oportunidad a los que más nos han hecho daño. Si Toto hubiera esperado un poco más debajo del marco de esa puerta, bajo la lluvia, hubiera visto a la niña que amaba salir por el balcón. Ni Toto ni Tom Cruise se hubieran tenido que resignar a ver como se les pasaba la vida por delante de ellos, una vida que no eligieron vivr, pero que tuvieron todo para poder elegirls.Era cosa de haber hecho exactamente lo contrario en ese instante que les iba a cambiar a la vida. Un segundo que les cambió sus 30? 40? 50? años restantes.Vanilla Sky y Cinema Paradiso. De amor y arrepentimientos.
Carpe Noctem, el primer disco de Hernán Cájas en su debut como solista
“Buena mina con la que está bailando, compadre”, me dijo un beodo asistente a un bar de Valparaíso mientras ella movía al viento sus cabellos de frutilla. Saqué pecho y seguí danzando al compás de la música en pleno carrete porteño. Pasaron algunos minutos y otra vez lo mismo. Claro que está vez el galán de turno no presentaba indicios de alcohol en su cuerpo. Al cufufo no le creí mucho, al de los sentidos bien puestos, sí. Me detuve a mirar a mi pareja de baile y, para ser sincero, no le encontré detalles que sean de mi gusto. Quizás su cintura casi perfecta podría acercarse a aquello que me vuelve loco. Aún así no me atraía. O sea sí, pero muy poco. Quizás su rostro con rasgos finísimos la asemejen en algo a la mujer de mis sueños. Pero nunca tanto tampoco. Quizás sus piernas, por lejos las más miradas en el bar, me cautivarán alguna vez. ¡Qué pareja de baile que tengo! A esa altura ya me estaba enamorando, por lo que el baile no era baile, sino que un intenso juego de seducción, al menos de mi parte. La pelirroja no me miraba, ella reía radiantemente y flechaba a cuanto mozalbete cruzara la vista con la de ella. No faltó el galopín que entró al local vendiendo flores, y no faltó tampoco el seductor que desembolsó el dinero, que podría haber gastado en el mejor trago del local, para regalarle una rosa. “Se la manda el caballero que está en la barra”, dijo el niño con cara y voz de pícaro. El caballero, de no más de 20 años, al que hacía mención el niño apenas se notaba, los pies colgando delataban sus 150 cms. “Dice que se llama Demetrio”, agregó el niño. “Demetrio y medio será”, respondimos la linda colorina y yo, y soltamos la carcajada. Esa risa y ese sentido del humor terminaron por conquistarme. A esa altura ya pensaba en el matrimonio. Era perfecta, lo que había estado esperando por años, y la tuve por tres años al lado mío. Si hubiera habido un registro civil abierto a esa hora, sin duda que hubiera ido a sacar hora para el “casorio”. Aún contra su voluntad. No iba a dejar pasar está oportunidad. Para celebrar este gran hallazgo (de mi corazón), dejé por un segundo sola a mi acompañante y me dirigí a la barra a comprar un trago. No fueron 30 segundos, pero cuando volví ella ya bailaba con otro. Ahí se me vinieron de inmediato a la cabeza unas palabras de un viejo amigo. “Siempre habrá alguien más bonito que yo, más joven que yo, más talentoso que yo, con más plata que yo y que viva en Viña del Mar con vista al Pacifico”. Este era el caso. No me quedó más que acercarme al lugar que hasta minutos atrás había sido mi lugar y decirle al oído al viñamarino: “buena mina con la que está bailando, compadre”. El me debe haber clasificado entre los beodos.
Paradero. Micro. Detención. Pisadera. Monedas. Pase Escolar. Chofer. Vuelto. Atrás hay espacio. Permiso. Roces. Mirada abajo. Escote. Acá me quedo. De pie. Ventana. Calor. ¿Te llevo la mochila? No, gracias. Heladero. Sed. Billetera. Cien pesos. Helado. ¿Me toca el timbre? Por Supuesto. Gracias. Mal olor. Mirada abajo. Escote. Sudor. Inspector. Su boleto... Taco. Hilera. Esquina. Luz Roja. Reloj. Hora. Es tarde. Luz verde. Pasa poh. ¿Querí que pase por arriba? Silencio. Murmullo. Patadas al suelo. Avanza. Freno Brusco. Perdida de equilibrio. Mirada abajo. Escote. Parada. Metro. Baja gente. Permiso. Tío. Chascón. Guitarra. Música. Espero que les haya gustado. Moneda de Cincuenta. Mirada. Escote. Mirada atrás. Asiento desocupado. Mirada abajo. Escote. Acá me quedo. De pie. Centro. Carabineros. Bocinazos. Más Heladeros. Menos helados. Sapo. A dos de la tres quince. Timbre. Mirada abajo. Escote. Que lata, ya me tengo que bajar. Mirada abajo. Escote. Mirada abajo. Escote. Mirada abajo. Escote. Mirada afuera. Referencia. A la otra me bajo. Mirada abajo. Escote. Resignación. Avanzo. Puerta de atrás. Cordelito. Timbre. Timbre. Timbre. ¡La puerta!. ¡La puerta!. Ábrale la puerta al joven. Puertas abiertas. Viento. Calle. Mirada adelante. Cabeza, ex escote. Risa. Resignación. Pisadera. Pies. Suelo. Calle.
Era una de las primeras mañanas calurosas de aquella primavera del 2000. Por el consejo de profesores ese día mi curso entraba a las 9:30, un alivio a esa altura del año donde pruebas coeficiente dos y exámenes finales son pan da cada día. Me había levantado con ganas esa mañana, una hora más de sueño lograban dibujar una sonrisa en mi rostro. Por primera vez en ese año logré tomar un desayuno decente, sentado tranquilamente en mi mesa, leyendo el diario recién llegado y mirando de reojo el matinal en donde decían que el tráfico estaba expedito y que la contaminación había disminuido considerablemente. Sin duda era un día especial, No salí de mi casa corriendo como era habitual, sino que a paso lento llegué al paradero. No me encontré con el paradero lleno y por fin pude verle la cara al señor que atendía el quiosco que mañana a mañana se veía rodeado de gente solicitando las informaciones del día. El miedo era que al no haber gente en el paradero era yo el encargado de hacer parar la micro arriesgando que ninguna de ellas hiciera caso a mi llamada de detención. La sorpresa fue grande cuando casi sin levantar la mano, esta se detuviera sola ante mis pies. Se acercó a la cuneta para evitar cualquier accidente y su chofer me saludó amablemente.-Buenos días mijito-me dijo y luego agregó: -Veo que hoy entraba un poco más tarde -. Le respondí sólo para no parecer mal educado, le pagué el pasaje y me fui a sentar. Acto seguido me volvió a hablar:-Mijito, su boleto, no ve que si nos pasa algo usted puede alegar si lo tiene-. Recibí el boleto y me fui a sentar más sorprendido que nunca, no sólo por la extraña actitud del chofer, sino también porque después de mucho tiempo tomaba una micro sin ese fatigable olor a parafina. El día ya era demasiado bueno pero se convertía en el más bueno de mi vida en el momento en que se subió a “la micro” aquella niña que me había gustado por años. Siempre la veía en “la micro” y sólo me conformaba con mirarla por largo rato en esos interminables tacos que se hacían alrededor de diez para las ocho de la mañana. Pero ese día ya era demasiado especial, tanto que aun habiendo muchos asientos desocupados prefirió sentarse a mi lado. Miraba por la ventana para esconder mi vergüenza pero más de una vez no aguanté y casi por inercia volteaba para mirarla aunque fuera de reojo. Un: hola, ¿cómo estás? fue lo último que escuché antes de quedar en blanco. Después de unos segundos, que parecieron interminables, volví en sí y pude responderle. Bien, gracias. ¿Nos conocemos de algún lado? ,pregunté. No, sólo es que siempre te veía y tenía muchas ganas de hablarte, me dijo. Después de un rato largo de conversación, sólo interrumpido por vendedores ambulantes y heladeros, intercambiamos teléfonos. Ella, como buena niña ordenada, anotó el mío en su agenda, y yo, como buen niño desordenado, en el primer papel que encontré: el boleto de la micro. Creo haber sido la persona más feliz en ese momento. Había sido una mañana perfecta. Me bajaba antes que ella por lo que nos despedimos y quedamos de hablarnos nuevamente si es que nos topábamos en otra oportunidad. Llegué a la puerta de atrás, toqué el timbre pero el chofer no abrió, toque nuevamente y las puertas seguían cerradas. Ya al tercer timbrazo, acompañado de un grito, abrió la puerta. Sin embargo cuando iba bajando, el chofer aceleró provocando que me cayera micro abajo. Las risas y las “tallas” irreproducibles de quienes veían desde abajo fue lo único que escuché. Sin embargo, y tras las risas, una voz me habló con seriedad. Oiga niño, soy abogado y sí usted me pasa su boleto podríamos denunciar al chofer. Ja ja, ¿el boleto? no gracias, fue lo único que atiné a decirle a aquel señor bien vestido que ofreció su ayuda. En realidad creo que fue lo único que respondí, más bien es lo único que recuerdo mientras escribo estas líneas y observo el boleto de aquella 217 enmarcado en el cuadro con la foto de mi novia.